domingo, 28 de octubre de 2012

Cocodrilo del Nilo

Cocodrilo del Nilo (Crocodylus niloticus).

Yo era de esos niños que, cuando de pequeño veía una película de Tarzán matando a un cocodrilo, o posteriormente otras en las que los miedos atávicos de nuestro subconsciente eran explotados por la industria cinematográfica con películas como tiburón, etc, se desesperaba intentando comprender porqué se tenía que acabar con esas "bestias sanguinarias" que nos mostraban desde Hollywood. La realidad es bien distinta. El asesino sanguinario que acaba con la vida de muchos seres como este cocodrilo del Nilo es otro, mientras que este hermoso reptil (con el que, por supuesto, hay que mantener las distancias y tener precaución) es lo que es, un bello animal moldeado por la evolución hasta crear un magnífico depredador digno de admiración.






El cocodrilo del Nilo es, probablemente, el arquetipo de cocodrilo que tiene cualquiera en mente cuando se menciona la palabra cocodrilo. Sin embargo, existen 23 especies dentro del Orden Crocodylia (incluyendo a caimanes, aligatores y gaviales).


Esta especie llega a medir unos 5 m o más si vive el suficiente tiempo, esto es, dependiendo de la presión que se ejerza sobre sus poblaciones. La caza ha eliminado a los ejemplares de mayor tamaño, aunque en algunas zonas se pueden observar ejemplares formidables. El color es oliváceo en la parte superior, siendo más claro en la inferior, con tonos amarillentos o blancuzcos.
Lo más frecuente es observarlos a las orillas de ríos y otras masas de agua termorregulando. Abren sus fauces para ventilar y reducir su temperatura y, si esta alcanza valores muy elevados, se sumergen para refrescarse. A pesar de que los machos son ciertamente animales territoriales, lo habitual es ver en la misma zona a varios individuos de la especie. 




Es fácil caer en el error de interpretar sus facciones bajo un prisma antropocéntrico. No tienen mirada maligna, ni una sonrisa socarrona y pícara, esas son sólo explicaciones que hacen muchos humanos de la morfología de la cabeza de los cocodrilos basándose en la similitud con ciertos gestos de nuestra propia especie. El cocodrilo no sonríe, su mandíbula tiene esa estructura, su mirada no es malvada, sino que sus ojos poseen unas escamas con una forma concreta para protegerlo, entre otras cosas, del Sol.











Las alarmas del instinto suenan cuando, desde una barca, ves aparecer una gran cabeza llena de dientes donde un instante antes, y un instante después, no había nada. Un hecho fugaz que, de no haberlo capturado en imagen, quedaría en la memoria como uno de esos momentos que modifica nuestra mente moldeándolo de mil maneras. Acto seguido, decides no meter la mano en el agua para refrescarte, al menos durante un rato. El título de la foto es claro, imaginando una hipotética situación que a mí no se me ocurriría en la realidad, "Cariño, voy a darme un baño".



Las siguientes dos fotografías, tituladas "Cónclave", muestra cómo la curiosidad de los licaones perturba a este gran cocodrilo del Nilo, mientras un cobo de Lechwe observa con atención la escena. En un primer momento, y desde la distancia, pensé que el cocodrilo estaba muerto. Los licaones, incesantes en sus patrullas buscando alimento, comenzaron a acercarse  al reptil, llegando incluso a morder su cola, hasta que un coletazo y una fuerte sacudida levantó una polvareda alrededor del gigante, dejándoles claro a los cánidos que el precio a pagar por intentar obtener un bocado podía ser demasiado alto.



El cocodrilo del Nilo puede capturar grandes presas, como antílopes y cebras, aunque la alimentación básica suele basarse en peces, quedando reservada la captura de mamíferos de tamaño importante a los ejemplares de mayor talla. Realizan puestas en nidos cerca de la orilla de las masas de agua, escavando en la arena para depositar entre 20 y 90 huevos. La hembra custodiará el nido durante los aproximadamente tres meses que dura la incubación. Cuando los pequeños reptiles rompen el coriáceo cascarón, llaman a la madre, que les ayuda a emerger a la superficie del nido y les transporta introduciéndoles en su boca para dirigirse al agua. El sexo de las crías no está predeterminado genéticamente, sino controlado por pequeñas variaciones de temperatura. Mientras que una temperatura de 30º C da lugar a la aparición de exclusivamente hembras, a 32 y 33 º C da lugar mayoritariamente a machos.
















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