domingo, 28 de octubre de 2012

Cobo

Cobo (Kobus thomasi).




La organización social de los cobos y de los pukús presenta ciertas diferencias dependiendo de la densidad media de individuos. Con una densidad media y baja, el cobo y el pukú tienen un tipo de organización social sedentaria dispersa, territorialmente convencional. Los machos territoriales se encuentran espaciados, por lo menos, entre 100 y 200 m de distancia entre unos y otros, como se puede observar en la fotografía "Este es mi sitio y esta es mi gente", ocupando el mejor hábitat disponible, incluyendo todas las áreas utilizadas por las hembras, que con sus crías viven en rebaños que suelen ser de entre 5 a 15 ejemplares, hasta llegar a 40 individuos. Estos rebaños están estructurados de forma holgada, con una composición y tamaño abiertos, cambiando de día en día a medida que los animales se mueven alrededor de sus tierras en busca de pastos más verdes. Después del destete, los machos jóvenes se unen a rebaños de solteros, como el que se aprecia en la fotografía "Siempre atentos", que contienen machos de todas las edades. Estos rebaños de solteros generalmente se mantienen separados de las hembras por la intolerancia de los machos adultos con territorio. Los movimientos diarios y estacionales son generalmente dirigidos por hembras.



En las zonas de inundación donde el cobo de Uganda alcanza densidades anuales de 40 a 50 individuos por km2 (Valle Semliki de Uganda) hasta 61 individuos por km2 (Achwa, Uganda), hasta las dos terceras partes de los machos territoriales defienden territorios convencionales como los mencionados antes; El otro tercio de machos se distribuye en arenas tradicionales o leks, que pueden ser no más grandes que un solo territorio convencional. Una arena o lek de 200 a 400 m de diámetro puede ser compartida por 30 a 40 machos, espaciados bastante uniformemente sobre el área a intervalos de entre 15 y 30 m. Esto significa que un número de machos que ocupase territorios convencionales cuya extensión fuese de 50 ha se comprimen en leks en una superficie mucho menor de una sola ha.

Los leks o arenas destacan por presentar un césped corto y/o terreno descubierto rodeado de pastizales más altos. La presencia continua de los machos residentes y las hembras que van y vienen desgasta la cobertura vegetal, no dejando nada sustancial que comer. El hecho de que 8 o 9 de cada 10 hembras acudan a las arenas para aparearse hace que valga la pena para los machos renunciar a espacio y comida a cambio de una ventaja reproductiva excepcional. Las hembras y los machos solteros, a menudo asociados en los grandes rebaños amorfos de hasta 2000 individuos, circulan alrededor de una arena, que está situada generalmente en el medio de los mejores pastizales, cerca de los puntos de agua o de las trayectorias mejor comunicadas. En los territorios convencionales fuera de las arenas, los rebaños femeninos suelen tener entre 30 y 50 cabezas. Pero cuando llega el momento de reproducirse, la mayoría de estas hembras también visitan la arena más cercana.


La confrontación territorial entre los cobos de Uganda está altamente ritualizada y rara vez incluye combates, ya sea en territorios estándar o en los leks. Si, por ejemplo, un vecino traspasa los límites de su territorio mientras sigue a una hembra que sale de él, el dueño del territorio invadido sólo necesita caminar firmemente hacia el macho invasor con una postura erguida para devolverlo a su territorio. A veces persigue al intruso, lanzando gruñidos bajos. En los enfrentamientos a través de un límite común, frecuentes en las arenas, también se muestra la postura erguida: las orejas se dirigen hacia atrás u horizontalmente, las colas se agitan esporádicamente, y la atención se dirige a llevar la mancha de la garganta abruptamente mirando hacia afuera. En caso de mayor intensidad, los contrincantes pueden confrontarse presentando los cuernos bajos, lo cual fácilmente conduce a un choque breve, por lo general precedido por un contacto de los hocicos. Con frecuencia, cargar con objetos en los cuernos, agitar la cabeza, desplazarse por el pasto y el acicalado suelen ser parte de la representación. Los cobos comúnmente tienen erecciones parciales durante tales encuentros.


La lucha es mucho más frecuente entre los machos en los leks del cobo de oreja blanca (Kobus kob leucotis) los cuales, con una estación de apareamiento más restringida, muestran una competición reproductiva más intensa. En el cobo de Uganda, también se producen peleas graves, incluso mortales, generalmente cuando un forastero intenta hacerse con un territorio. En estos casos, los machos implicados se enfrentan en violentos combates chocando, empujándose frontalmente y luchando en combates giratorios, mientras agitan sus colas. Además del considerable peligro de que los combatientes se lastimen mutuamente, a veces un vecino sobreestimulado puede lanzar un ataque desde la parte trasera o lateral de los luchadores pudiendo provocar importantes daños.

Las pérdidas de los territorios son raras en los territorios convencionales, cuyos propietarios es frecuente que mantengan sus lugares por, al menos, un año o dos. Sin embargo, en los leks, la competencia es tan feroz que pocos machos logran mantener posiciones centrales por una semana y muchos duran sólo un día o dos. El punto donde los machos y las hembras en celo están más agrupados se encuentra en el centro y allí tres o cuatro, o como máximo seis o siete machos, cuyos territorios convergen en este punto como las porciones de un pastel, monopolizan las cópulas durante el período que conservan esas áreas. Con, literalmente, docenas de machos sin territorio deseosos de conseguir una "cancha" central, un macho que se ausenta de su lugar puede encontrarlo ocupado por un recién llegado bien descansado o por un ex-propietario cuando regrese. No obstante, los machos deben salir del lek para alimentarse y beber y, aunque intentan reducir el riesgo de ser suplantados evitando abandonar la arena durante las pausas en el apareamiento, obtienen demasiado poco alimento y descanso para compensar el coste energético de mantener una posición central y, por lo tanto, deben finalmente retirarse de la competencia. Después de recuperarse una semana o dos, un macho puede estar en forma suficiente para intentarlo de nuevo. Por lo tanto, en el rebaño de solteros cerca de cada lek, siempre hay machos preparándose para ganar o recuperar territorios centrales, y es esta reserva la que provoca una vigorosa tasa de renovación.

Las arenas pueden estar situadas en cualquier zona en la que las poblaciones de cobos alcancen altas densidades. Los estudios de cobos de Uganda y de cobos de oreja blanca han establecido que el lekking (la formación de leks o arenas) se produce, respectivamente, en poblaciones sedentarias de cría perenne, dando lugar a lugares tradicionales de cría como el que observamos en las fotos del P. N. Queen Elizabeth, y en poblaciones migratorias con periodo de cría estacional. Los leks no han sido observados en el pukú, que cría durante todo el año con un pico durante la estación lluviosa y que no aparece en concentraciones grandes, comparado con los cobos y lechwes.

Después de comenzar a ovular a una edad comprendida entre los 13 y 14 meses de edad, las hembras entran en celo cada 20 a 26 días hasta que crían; La gestación dura 8 meses, y en reproductoras perennes la ovulación se reanuda entre 21 y 64 días después del parto. Los machos maduran a los tres años.


El comportamiento del cortejo masculino difiere en los territorios estándar y en las arenas. Los machos con grandes terrenos intentan evitar que las hembras salgan de ellos persiguiéndolas y pastoreándolas. Los machos en arenas, aunque lo intentan, no pueden mantener a las hembras en sus pequeños terrenos. Cuando una hembra se acerca, un macho se coloca con una postura erguida, pavoneándose a su alrededor, el pene desenfundado, y con la cola y la nariz levantadas para mostrar la brillante mancha de la garganta. Si se da la oportunidad, procede a comprobar el estado reproductivo de la hembra olfateando su grupa y estimulando la micción y, como la mayoría de las hembras que se aventuran en una arena ya están en celo, esto conduce a la marcha de apareamiento, en la que el macho, con la cabeza erguida, sigue de cerca a la hembra, poniéndose en contacto con su cuerpo levantando la pierna delantera, como si diese una ligera patada, cada vez que ella se para. La hembra puede intentar evitar este contacto moviéndose en un círculo apretado, y a veces mordiendo o golpeando los cuartos traseros del macho. La etapa final precopulatoria comienza con múltiples montas preliminares, culminando en la penetración y eyaculación. La hembra se alza con el lomo encorvado, la cabeza horizontal o hacia arriba, las patas traseras a horcajadas y la cola se sostiene a un lado (esta es la llamada postura de cuello de cisne). La secuencia entera del cortejo puede durar tan sólo entre 2 y 3 minutos (promedio 5,5 minutos), y la copula dura solamente 1 o 2 segundos.


Después de desmontar, el macho permanece inmóvil durante unos pocos segundos con la espalda arqueada, el pene todavía erecto y moviéndose espasmódicamente, silba en voz alta de 1 a 5 veces. Sus vecinos y a veces las hembras cercanas responden. Después de esta exhibición, el macho se lame el pene, luego se acerca a su compañera de nuevo, que mientras tanto ha permanecido en la postura de cuello de cisne. Él lame sus genitales, la acaricia con el hocico y a menudo también lame su área inguinal. Luego uno o ambos pastan o se acuestan. Si la hembra permanece alrededor, el macho puede comenzar a cortejarla de nuevo después de 10 o 15 minutos. Durante el estro de un día una hembra puede copular hasta 20 veces, con uno o más machos centrales.


Las crías se encuentran escondidas en la hierba alta durante aproximadamente un mes. Son recuperadas y amamantadas mañana y tarde. Los terneros recién nacidos desarrollan la respuesta de huida a las pocas horas. La respuesta de seguimiento innata se observa en los intentos de los recién nacidos, todavía demasiado débiles para moverse correctamente, de seguir y amamantarse de cualquier objeto en movimiento. La impronta en la madre ocurre generalmente en el primer día de vida del ternero. Tanto la madre como el joven usan su olfato para identificar al otro, aunque también pueden reconocer individuos por la voz y probablemente por la vista.

A los 3 o 4 meses, los jóvenes se juntan con las hembras, donde continúan con sus madres hasta el destete a los 6 o 7 meses, cuando los machos comienzan a unirse a los rebaños de solteros. Los terneros hembras pueden permanecer con sus madres hasta los 9 meses, cuando las madres de cobo de Uganda en buenas condiciones paren otra vez. Los cobos de orejas blancas paren una vez al año, bastante tarde, durante la temporada de lluvias (sept.-dec).




No se ha realizado un estudio detallado del comportamiento antidepredatorio del cobo, pero se sospecha que, cuando existen altas densidades, es probablemente la principal presa de los grandes carnívoros asociados a su medio. Aunque los cobos y pukús se consideran lentos y por lo tanto vulnerables, es difícil para los depredadores acercarse a los rebaños sin ser detectados, y los cobos pueden dar saltos prodigiosos en una emergencia. Como el lechwe, los cobos pueden correr hacia el agua o los cañaverales más cercanos cuando son perseguidos por los depredadores.


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